El Santi y
yo no nos achicopalamos con el frío y decidimos salir de nuestra casa dos fines
de semana de corrido. En realidad creo que El Santi ya no sabe qué más hacerle
a El Enano pues no soporta mi voz en la cocina, ni mis gritos en la escalera.
Entonces me lleva a ventilar a lugares donde mis chillidos no se concentren
tanto.
Ambas
salidas fueron un domingo. Hacía un frío atroz los dos domingos (según El
Santi, a mí la pre menopausia me tiene loca de calor), pero igual con termo y
mate, en El Enano, salimos para Villa Argentina.
Esta vez El
Santi cayó en la misma trampa y no compró nada para comer o entretenerme en el
camino. El Enano, alias el BMW 2002 del año ’71, es puro motor y como tal hace
ruido. Me ensordece, no deja escuchar la radio…. Menos mal que el destino era
cercano, 40 kilómetros. Pero es El Enano, que se portó muy bien, igual que El
Santi que tuvo la feliz idea de pasar por Baipa para comprar los mejores
bizcochos que he comido en mi vida! Y
miren que he comido, pero sin dudas los de Baipa son los mejores, bien
rellenos, nada de mucha sal, dulces no comemos, pero los de queso merecen un
monumento en Atlántida.
Volviendo
al viaje….. El Águila de Atlántida no queda en ese balneario, queda antes, en
Villa Argentina. Todo comenzó con una casita para una virgen que el dueño pidió
de 2 x 2 y el uruguayo, agrandado como siempre, la hizo de 4 x 4….. Ahí
empezamos. (Según El Santi es ahí donde la virgen dejo de serlo, y más por
tanta magnificencia). Todo en exagerado,
porque el águila es un águila que le faltan alas, pero está fenomenal, tiene
dos ventanas que son los ojos, una puerta de entrada que no quiero compararla
con nada en particular del cuerpo humano ni aviar. Lo que es una desgracia que
ni la intendencia ni una empresa, ni una sociedad ni nadie se hace cargo y
entonces esta águila está perdiendo las piedras, porque plumas nunca tuvo.
La salida
estuvo buena, nos sacó las polillas invernales y nos devolvió las ganas de
salir!
Pero esto
último será parte de otro capítulo.