Cuando una
pierde el empleo, le pasan varias cosas por la cabeza. No era apta, no le gusté
al nuevo jefe, alguna manaca me mandé y nadie tuvo el coraje para decirte la
verdad.
Cuando pierdes
tu trabajo, lo primero que piensas es en la suculenta cantidad de dinero que te
vas a llevar, como invertirlo o como no gastarlo en dos días.
Cuando
quedas cesante, luego de los seis meses de seguro de paro que te da el Estado,
queda:
1) Amigos que no lo eran
2) Pequeños triunfos olvidados
3) Autoestima pisoteada
4) Poder adquisitivo restricto
5) Ganas de hacer algo, pero no sabes
que
6) Considerate una mediocre
7) Ahorros (en mi caso, pero no es lo usual)
Cuando estás
en tu casa, se te ocurren ideas brillantes que a otro ya se le ocurrieron.
O tienes un
querido familiar que te dice que te bajes de la nube y busques laburo (como si
por todo este tiempo hubieras pasado haciendo crucigramas) o te piden que hagas
algo para otros, en mi caso cocinar, como si una fuera tan conocida y querida
como Mechi Rodriguez o Nora Rey. O que cuides los deberes de niños cuyos padres
no les prestan atención. O peor aún, que escriba reseñas de viajes y de series,
(no he viajado tanto, pero he visto muchas series, Netflix la me debería dar membresía
honoraria) como tantos otros. Todos te dicen que hagas lo que más te gusta para
ganar dinero, cuando nadie entiende que uno hace lo que le gusta porque sí,
porque le da gratitud, satisfacción, y si me da dinero, mejor.
Puede ser
que tenga baja la autoestima, no lo creo. Mi autoestima es oscilante, como mi
presión arterial, aunque la primera es bastante alta, y la segunda mas errática,
sube y baja, según las circunstancias. Igual a mi ánimo y humor. Se podría decir que
la bipolaridad me inunda, me rodea, me ahoga. Es un laberinto del cual no puedo
salir hasta no hallar MI satisfacción…. Trabajar para el bien del otro, lo que
a mi me hace feliz.