Mucha gente lamenta cuando sus hijos crecen, porque ya no
les permiten ser parte de sus vidas antes infantiles, ya se compran su propia ropa
con dinero nuestro, y no les hacemos regalos de Reyes Magos, ni del Día del
Niño (excepto los padres consentidores amigos míos, que me deben estar odiando
y maldiciendo en este momento) .
Y sigo creyendo que estoy totalmente de acuerdo con mi actitud,
y enseñar a los chicos desde una edad adecuada a no creer en las mentiras, en
los engaños, de que capaz que viene un viejo gordo vestido de rojo o tres tipos
en tres camellos a dejar los nuevos sustitutos de incienso, oro y mirra. Para mí
ya pasó, pero no sé si para todos es igual.
Yo lo que más me reprocho es que de chica quería ser grande….
Grande, lo que se dice grande, no soy, pero si tengo una edad, por lo que dicen
las malas lenguas que soy adulta, aunque muchos los dudan.
Un error que cometemos los padres desde un inicio es
cargarles las mochila. Luego, con los años cargaran nuestras mochilas de
remordimientos, de desilusiones en algunos casos, de problemas; es que acaso
los padres no cargamos ya con nuestras culpas por maleducar a nuestros hijos? O
peor aún, por “bien criar” a nuestros retoños consintiéndolos sin razón, por
ejemplo comprándoles las zapatillas de moda de la marca que ellos quieren para que
no hagan un berrinche o no se sientan “excluidos de la sociedad”.
Yo no me siento mala por no darle regalos a mi hija de 23
años el día de Reyes, ni del día del niño, ni en Navidad. Ella es grande para
saber de dónde viene el dinero, cuánto cuesta cada cosa,
pero sabe, antes que nada, que cada mimo, cada beso, cada abrazo, cada flan o
comida favorita significa mucho más que una simple ilusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario