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18 de enero de 2019

A los que adoran el mate, y a los que saben tomarlo

Dicen que en tiempo de la conquista la iglesia católica prohibió la ingesta de mate (ilex paraguariensis) ya que la consideraba “la hierba del demonio” porque hacia a sus bebedores vagos y haraganes, porque entre otras cosas, el rito de tomar mate los hacia dejar de producir durante varias horas al día de forma que fomentaba el ocio. Pero obviamente la prohibición no funcionó. Debido a que la producción de esta hierba existe escasamente en nuestro territorio uruguayo, nos hizo el primer importador de “yerba” mate del mundo, seguido por Siria cuando no estaban en guerra. 

Este vicio, como lo consideran otras naciones latinoamericanas, es herencia de los guaraníes que vivieron en nuestro actual país, ocuparon más tierras que los charrúas y dejaron más descendencia de lo que imaginamos.

El mate en el Uruguay (admito que no sé cómo es la tradición gaúcha brasilera, ni el tereré paraguayo y ni comprendo cómo se toma en Argentina), tiene sus normas que son varias, a saber:

  •        Si se dan las gracias, significa que no se quiere más
  •        En una ronda, el mate circula en sentido del reloj
  •        Si alguien de la ronda “lo conversa” es insultado por el resto de los integrantes de la ronda
  •        El mate hace al grupo y no el grupo al mate
  •        Si el cebador da el mate demasiado caliente te esta diciendo que se aburre, pero si te lo da frío te esta despidiendo
  1. Que usen la bombilla del mate como si fuera la palanca de cambios de un auto
  1. Que “lo laven” dejando enfriar el agua, o agitando el mate propiamente dicho
  1. Que exijan un mate cuando no se ha entibiado la bombilla
  1. Que pidan darle vuelta porque ya están aburridos de tomar mate.
  1. Que no chupen o sorben del todo el contenido de agua del porongo, dejando un charco minúsculo que luego lava el mate.


Existen muchas tradiciones, pero hay cosas que yo no soporto de los tomadores de mate, y paso a enumerar:

El Santi es experto en hacer todas esas cosas que yo odio, pero igual tomo mate con él, porque en el fondo del termo lo quiero mucho, aunque le guste el mate pero no sepa tomarlo ni cebarlo bien, porque compensa con la buena charla y compañia.
Es por ello, que en la próxima compra de un “mate” tendré que buscar uno de esos, que aun siendo de “porongo”, tenga una tapa para convertirlo en automático y eliminar todos los siete cambios de marcha y que lo proteja de inundaciones innecesarias. Porque a estas alturas he aprendido que en mate cerrado no entran moscas.