Las Cañas
Empezamos oficialmente las
vacaciones. El viaje fue sencillo para El Santi, ya que ha aprendido y sabe que
lo primero que tiene que hacer es brindarme un desayuno cargado de carbohidratos. Vamos derecho a Don
Alejo, la panadería que queda al costado del zoo de Villa Dolores (son
exquisitos, y llegaron a mí calentitos). Esto me mantiene tranquila por un
rato. Pasamos por las tierras más fértiles de nuestro país, No hay vacas, no
hay naranjas, ni siquiera ovejas, solamente plantíos de papas en la primera
etapa. Esto me mantiene callada, no sea cosa que me pase las vacaciones pelando
veinticinco kilos del citado tubérculo. En la segunda etapa solo vemos soja,
soja y más soja. Esto también hace que venga con la boca bien cerrada, no
quiero enfrascarme en una discusión sobre política agroambiental, erosión y
chinos. Me entretengo con los bizcochos y listo. Calladita me veo más bonita.
Al llegar a Nueva Helvecia
recordamos nuestros opíparos almuerzos en “Lanhaus”, pero es temprano (El Santi
no tranza con el “brunch” en esta ocasión) y falta mucho camino por recorrer.
Llegamos a nuestras cabañas
favoritas en Las Cañas. Desde nuestra terraza veo el Río Uruguay y árboles al
otro lado, en Gualeguaychú. Me callo nuevamente (esto es síntoma de
maduración?) no sea que invoque a los piqueteros pseudos ambientalistas y nos
arruinen las vacaciones. El Santi me mira extrañado, creo que hecha de menos
mis cánticos. para hacerlo feliz comienzo “chivito, milonga, ravioles”, el
sonríe feliz, por su falta de paz, yo muero de hambre, estamos a mano!
Aún no llueve! Las chicharras
hacen de orquesta en el balneario, pero me asustan las hordas, manadas,
parvadas de alguaciles…. Que no llueva, dios, que no llueva!! Nuestro parador
preferido para comer pizzas esta cerrado (a El Santi le espera un largo
mediodía). Comemos algo que sutilmente se me ocurrió preparar anoche, antes de
salir de casa y El Santi cede ante su sacrosanta siesta. Yo, como nena pequeña,
interrumpo a cada rato: “ya vamos a la playa?, tengo ganas de un chapuzón!,
estoy aburrida!, me compras un helado?” Antes que El Santi decida zambullirme
en la pileta del baño, respira estoicamente, agarra las reposeras y enfilamos
para la playa distante a dos cuadras. La arena quema mis pies, no sé porque me
viene a la memoria Don Cuauhtémoc. Nos instalamos, bah, en realidad El Santi
nos instala mientras yo corro cual cachorro de foca al agua. El río esta claro,
dulce, tibio, un placer, los pequeños alevinos me hacen cosquillas en los pies.
No creo que pueda salir tan rápido, pero es mi deber de buena esposa tener que convencerlo que el río
es su amigo, y allá va, cual cachalote en su salsa. Disfruta y mucho, porque
odia el agua fría oceánica de nuestras costas, así que en el río es una
tararira más.
Las Cañas en febrero es playa de
malla completa, pocos bikinis y menos cuerpos que pueden llevarlos con
dignidad; mi ego se eleva hasta tocar el cielo, hasta que El Santi detecta en
tres microsegundos algunos bikinis más que dignos.
Al salir del agua, El Santi
comienza a pensar en las próximas vacaciones, hace un túnel con intensiones de
llegar a China, considero que es el mejor momento para ir hacia “Las Tinajas”,
al costado del frigorífico Anglo, para reponer las macetas de nuestro patio que
en el último temporal fueron protagonistas de “lo que el viento se llevó”. Yo
quiero una maceta grande para empezar con mi emprendimiento agrícola, plantando
soja ahora, los comienzos de “VillAnita”.
De ahí, arrancamos para la
heladería “El Deleite”, tengo que agradecer a mi joven amigo, Alvin, que por
ser locatario me pasa todos los buenos toques. Como también recomendó las
pastas de “The Wolves”, mejor conocida como “De golbes”. Paseamos por la ciudad de Fray Bentos, hermosa,
limpia, con gente que te da la bienvenida con una grata sonrisa. Pero tenemos que volver a Las Cañas, a
disfrutar de un atardecer digno de los mejores
efectos especiales de Spielberg.
Ya pasan de las nueve y adivinen,
tengo hambre. No quiero decirlo en voz alta porque tenemos vecinos, pero tengo
antojo de chivito…. El Santi me mira curioso, no entiende porque no empiezo con
la cantaleta. Creo que luego de tantos años entiende que soy tímida.
La cena es deliciosamente opípara.
Un chivito al plato para dos, que finalmente nos puede, hace que dejemos solo
algo de ensalada, las proteínas cárnicas son nuestras favoritas. Mientras que cenábamos
el lugar se iba llenando de familias enteras, desde el bisnieto a la bisabuela.
Todos conversan entre sí, no hay celulares de por medio y los niños juegan en
la calle a la mancha o cualquier otro juego no electrónico. También nos hacemos
amigos del perro del pueblo. Perro independiente, sin dueño pero con muchos
amigos. No nos pide comida, solo un poco de atención.
Yo no se si fue por el chivito,
los helados, el río o el hecho de estar de vacaciones, pero duermo placidamente
y me levanto más que radiante a las ocho de la mañana. Pero no todo es color de
rosas! Ayer estrené mi bikini con relleno. No pude encontrar uno que no tuviera
hombreras mal colocadas. El bikini sigue húmedo, mejor dicho, mojado. A quien
se le ocurre poner relleno en una prenda que va a mojarse? Me pongo una remera;
es hora de ir a buscar el desayuno!
En nuestras andanzas matinales
decidimos no ir a “The Wolves”, sino procurar algo de leña, comprar algo de
carne y utilizar nuestro viejo pero fiel disco de arado. Ustedes se pueden
imaginar que El Santi se niega a comprar atados de leña, así que salimos al
campo. Creo que en estas vacaciones me
he graduado con honores en el Manual de los Cortapalos (se acuerdan de los
sobrinos de Donald?). Mis ojitos detectan Tala y Coronilla, que no fueron
tirados por nosotros, sino por la Intendencia al hacer las canaletas de la
caminería rural. También encontré parte de la ensalada, unos tomates cherry
salvajes al costado del camino. Ahora solo nos queda ir a la carnicería, porque
el río no nos ofreció ninguna tararira, ni dorado, ni nada, solo pescamos una
gran decepción.
Volvemos a la posada, una
chicharra nos canta desde el ceibo que nos regala su sombra, una mariposa
gigante azul y gris vuela feliz entre nosotros. Solo falta que El Santi
encienda el fuego, que se niega obstinadamente a prender. Luego de varias caras
raras, tomadura de pelo de mi parte (ahora entiendo porque es pelado), logra
realizar nuestro almuerzo, churrasco con huevos fritos! DELICIOSOS.
Luego de la rigurosa siesta
volvemos a la playa. Somos atacados por un cardumen de mojarras que se creen
pirañas amazónicas. Hemos pasado más de tres horas en la playa, entre baños de
río y baños de sombra, ya que hicimos parada bajo la vegetación de la playa.
Tanta sombra no teníamos al final de cuentas. A pesar de untarme rigurosamente
cada dos horas de protector solar factor 40, tengo la cara roja, combina
perfectamente con mi bandana de vacaciones, pero mis piernas están más blancas
que Aparicio Saravia!.
Ha bajado el sol y decidimos
incursionar más allá del camping. Yo soy Dora la Exploradora y El Santi es
Boots. Somos la pareja perfecta. Aunque yo que no veo de noche y El Santi tiene
su GPS interior descompuesto, volvemos a la playa. La noche está estrellada,
perfecta noche de verano en la que no se mueve una hoja, con estrellas fugaces
y una tormenta al norte que nos regala un espectáculo grandioso de relámpagos.
En el muelle han pescado una tortuga. Yo rezo para mis adentros que devuelvan
la tortuga al agua y que la tormenta no se aproxime. Lo primero se cumple, lo
segundo no, ero de eso nos enteraremos mañana.
Esta es nuestra última noche
aquí, mañana, si el tiempo lo deja, visitaremos los Esteros de Farrapos.