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8 de marzo de 2015

Vacaciones de Febrero - Las Cañas

Las Cañas
Empezamos oficialmente las vacaciones. El viaje fue sencillo para El Santi, ya que ha aprendido y sabe que lo primero que tiene que hacer es brindarme un desayuno  cargado de carbohidratos. Vamos derecho a Don Alejo, la panadería que queda al costado del zoo de Villa Dolores (son exquisitos, y llegaron a mí calentitos). Esto me mantiene tranquila por un rato. Pasamos por las tierras más fértiles de nuestro país, No hay vacas, no hay naranjas, ni siquiera ovejas, solamente plantíos de papas en la primera etapa. Esto me mantiene callada, no sea cosa que me pase las vacaciones pelando veinticinco kilos del citado tubérculo. En la segunda etapa solo vemos soja, soja y más soja. Esto también hace que venga con la boca bien cerrada, no quiero enfrascarme en una discusión sobre política agroambiental, erosión y chinos. Me entretengo con los bizcochos y listo. Calladita me veo más bonita.
Al llegar a Nueva Helvecia recordamos nuestros opíparos almuerzos en “Lanhaus”, pero es temprano (El Santi no tranza con el “brunch” en esta ocasión) y falta mucho camino por recorrer.
Llegamos a nuestras cabañas favoritas en Las Cañas. Desde nuestra terraza veo el Río Uruguay y árboles al otro lado, en Gualeguaychú. Me callo nuevamente (esto es síntoma de maduración?) no sea que invoque a los piqueteros pseudos ambientalistas y nos arruinen las vacaciones. El Santi me mira extrañado, creo que hecha de menos mis cánticos. para hacerlo feliz comienzo “chivito, milonga, ravioles”, el sonríe feliz, por su falta de paz, yo muero de hambre, estamos a mano!

Aún no llueve! Las chicharras hacen de orquesta en el balneario, pero me asustan las hordas, manadas, parvadas de alguaciles…. Que no llueva, dios, que no llueva!! Nuestro parador preferido para comer pizzas esta cerrado (a El Santi le espera un largo mediodía). Comemos algo que sutilmente se me ocurrió preparar anoche, antes de salir de casa y El Santi cede ante su sacrosanta siesta. Yo, como nena pequeña, interrumpo a cada rato: “ya vamos a la playa?, tengo ganas de un chapuzón!, estoy aburrida!, me compras un helado?” Antes que El Santi decida zambullirme en la pileta del baño, respira estoicamente, agarra las reposeras y enfilamos para la playa distante a dos cuadras. La arena quema mis pies, no sé porque me viene a la memoria Don Cuauhtémoc. Nos instalamos, bah, en realidad El Santi nos instala mientras yo corro cual cachorro de foca al agua. El río esta claro, dulce, tibio, un placer, los pequeños alevinos me hacen cosquillas en los pies. No creo que pueda salir tan rápido, pero es mi deber de  buena esposa tener que convencerlo que el río es su amigo, y allá va, cual cachalote en su salsa. Disfruta y mucho, porque odia el agua fría oceánica de nuestras costas, así que en el río es una tararira más.
Las Cañas en febrero es playa de malla completa, pocos bikinis y menos cuerpos que pueden llevarlos con dignidad; mi ego se eleva hasta tocar el cielo, hasta que El Santi detecta en tres microsegundos algunos bikinis más que dignos.
Al salir del agua, El Santi comienza a pensar en las próximas vacaciones, hace un túnel con intensiones de llegar a China, considero que es el mejor momento para ir hacia “Las Tinajas”, al costado del frigorífico Anglo, para reponer las macetas de nuestro patio que en el último temporal fueron protagonistas de “lo que el viento se llevó”. Yo quiero una maceta grande para empezar con mi emprendimiento agrícola, plantando soja ahora, los comienzos de “VillAnita”.
De ahí, arrancamos para la heladería “El Deleite”, tengo que agradecer a mi joven amigo, Alvin, que por ser locatario me pasa todos los buenos toques. Como también recomendó las pastas de “The Wolves”, mejor conocida como “De golbes”.  Paseamos por la ciudad de Fray Bentos, hermosa, limpia, con gente que te da la bienvenida con una grata sonrisa.  Pero tenemos que volver a Las Cañas, a disfrutar de un atardecer digno de los  mejores efectos especiales de Spielberg.
Ya pasan de las nueve y adivinen, tengo hambre. No quiero decirlo en voz alta porque tenemos vecinos, pero tengo antojo de chivito…. El Santi me mira curioso, no entiende porque no empiezo con la cantaleta. Creo que luego de tantos años entiende que soy tímida.
La cena es deliciosamente opípara. Un chivito al plato para dos, que finalmente nos puede, hace que dejemos solo algo de ensalada, las proteínas cárnicas son nuestras favoritas. Mientras que cenábamos el lugar se iba llenando de familias enteras, desde el bisnieto a la bisabuela. Todos conversan entre sí, no hay celulares de por medio y los niños juegan en la calle a la mancha o cualquier otro juego no electrónico. También nos hacemos amigos del perro del pueblo. Perro independiente, sin dueño pero con muchos amigos. No nos pide comida, solo un poco de atención.

Yo no se si fue por el chivito, los helados, el río o el hecho de estar de vacaciones, pero duermo placidamente y me levanto más que radiante a las ocho de la mañana. Pero no todo es color de rosas! Ayer estrené mi bikini con relleno. No pude encontrar uno que no tuviera hombreras mal colocadas. El bikini sigue húmedo, mejor dicho, mojado. A quien se le ocurre poner relleno en una prenda que va a mojarse? Me pongo una remera; es hora de ir a buscar el desayuno!

En nuestras andanzas matinales decidimos no ir a “The Wolves”, sino procurar algo de leña, comprar algo de carne y utilizar nuestro viejo pero fiel disco de arado. Ustedes se pueden imaginar que El Santi se niega a comprar atados de leña, así que salimos al campo.  Creo que en estas vacaciones me he graduado con honores en el Manual de los Cortapalos (se acuerdan de los sobrinos de Donald?). Mis ojitos detectan Tala y Coronilla, que no fueron tirados por nosotros, sino por la Intendencia al hacer las canaletas de la caminería rural. También encontré parte de la ensalada, unos tomates cherry salvajes al costado del camino. Ahora solo nos queda ir a la carnicería, porque el río no nos ofreció ninguna tararira, ni dorado, ni nada, solo pescamos una gran decepción.

Volvemos a la posada, una chicharra nos canta desde el ceibo que nos regala su sombra, una mariposa gigante azul y gris vuela feliz entre nosotros. Solo falta que El Santi encienda el fuego, que se niega obstinadamente a prender. Luego de varias caras raras, tomadura de pelo de mi parte (ahora entiendo porque es pelado), logra realizar nuestro almuerzo, churrasco con huevos fritos! DELICIOSOS.

Luego de la rigurosa siesta volvemos a la playa. Somos atacados por un cardumen de mojarras que se creen pirañas amazónicas. Hemos pasado más de tres horas en la playa, entre baños de río y baños de sombra, ya que hicimos parada bajo la vegetación de la playa. Tanta sombra no teníamos al final de cuentas. A pesar de untarme rigurosamente cada dos horas de protector solar factor 40, tengo la cara roja, combina perfectamente con mi bandana de vacaciones, pero mis piernas están más blancas que Aparicio Saravia!.

Ha bajado el sol y decidimos incursionar más allá del camping. Yo soy Dora la Exploradora y El Santi es Boots. Somos la pareja perfecta. Aunque yo que no veo de noche y El Santi tiene su GPS interior descompuesto, volvemos a la playa. La noche está estrellada, perfecta noche de verano en la que no se mueve una hoja, con estrellas fugaces y una tormenta al norte que nos regala un espectáculo grandioso de relámpagos. En el muelle han pescado una tortuga. Yo rezo para mis adentros que devuelvan la tortuga al agua y que la tormenta no se aproxime. Lo primero se cumple, lo segundo no, ero de eso nos enteraremos mañana.
Esta es nuestra última noche aquí, mañana, si el tiempo lo deja, visitaremos los Esteros de Farrapos.


1 comentario:

  1. Ay! Qué sería de mí sin tus crónicas de vacaciones? Gracias a vos también vivo el Uruguay que también existe más allá del este...

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