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31 de octubre de 2015

Consideración a los necios

Los necios no son burros porque sí, todos tienen un trasfondo que los hace ser necios, y muchas veces burros.  Bien decía Don Cicerón, que es bien ver vicios ajenos y olvidar los propios.
La primera vez que escuchas a un necio te retumba en la cabeza dos palabras que repiten constantemente “yo” y “no”. Cuando estas dos palabras se reiteran en la misma frase más de tres veces, más vale que te des por vencido, pongas los ojos en blanco y te des media vuelta. Porque estamos tratando con los necios burros. Una especie en proliferación casi de forma exponencial y con posibilidad de devenirse en pandémica. Se trata de incapaces, generalmente  con años de terapia psicoanalítica no aprovechada (tanto “yo” y “no” agobió al profesional y dejo de escuchar para solo comenzar a perder su tiempo cobrando más caro).
Se conocen infinitas clases de necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento, decía Santiago Ramón y Cajal. Esta frase me da ganas de acabar esta nota, porque ya está todo dicho, pero no (porque soy necia) y porque no he tratado el tema de los burros que se creen todopoderosos. Son esos que de alguna forma inexplicable lograron un grado universitario, que no saben hablar bien, que colocan S y N donde no van (entendisteS, explíqueNlon).

Pero sin contar la educación formal, son esos que se niegan a entender a otro, los motivos, las razones, las pasiones. Su mundo es tan limitado que no saben entender que no viven, sino que solamente sobreviven. 

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