Y pasó, se dio que podíamos tomarnos las
primeras vacaciones del año (en agosto), y luego de meditar, yendo hacia la
feria de Tristán Narvaja, decidimos que el mejor lugar eran Las Cataratas de
Iguazu. Pegamos media vuelta, empacamos todo, incluyendo la bandana roja
(sinónimo de vacaciones), vimos el pronóstico del tiempo, el cual se veía
lindo, con sol y calor; teníamos tiempo y ganas. Buscamos hotel, miramos la
ruta a seguir y… arrancamos!.
De los 3000 kilometros a recorrer, a nuestro querido auto, se le ocurrió “desperfeccionarse” a los 20 kilometros de casa. Solo imaginen mi cara, la bronca y la impotencia. Pero bueno, luego de tres días pudimos arreglarle el temperamento, perdón el termostato, y partimos.
No les voy a hacer todo el cuento de la
carretera, ni mucho menos, porque son 1500 kilometros de ida y otros tantos de
vuelta, pero vale la pena destacar, que como siempre, paramos a comer y dormir,
y luego de eso, a disfrutar de las
vacaciones. Santi, al pasar el KM 40 me
amenazó con que si mencionaba la palabra “borrego” yo iba a terminar de carnada
para su pesca en las cataratas….. Conclusión, yo solo veía en los campos
linderos a la ruta vaca...CIONES! y así desde Montevideo a Misiones, ida y
vuelta.
La primera parada, por el simple mal hábito de
comer, fue en El Rancho, en Young, departamento de Rio Negro. Vale decir que
“es el lugar” donde paran todos a comer, es un buffet medio fulerito, pero da
para comer y lindo, si no tienes pretensiones de gourmet. Dice Santi que la parrilla
es buena, y el parrillero te consiente, te trata bien, pero igual, yo que no
soy muy churraquera, me voy a las ensaladas y pasta, pasadita de más, pero el
apetito me puede, y nos esperan buenas horas sobre el auto.
Seguimos de largo, con ganas de llegar a las
cataratas, pero el pronóstico del tiempo en la aplicación de mi celular, dice
que en Iguazú se está descomponiendo el tiempo , pero yo hago omiso a ese “bug”
del celular y seguimos, hasta llegar a la frontera con Brasil. Llegamos a la
ciudad de Bella Unión, que de unión tendrá mucha, pero de belleza, no me va, es
medio pueblo perdido con “free shops” y oficinas públicas. Cruzamos la
frontera, lo cual fue fácil y sin conflicto, como sería en los 4 pasos de
frontera que pasaríamos, de ida y vuelta. Pasamos de rutas muy señalizadas
uruguayas a otra sin señales en Brasil, hasta llegar a Uruguaiana, donde
tuvimos que parar, porque los vitraux de la iglesia me pudieron, pero fue mucho
mejor encontrar frente a ella, el monumento a Blanca nieves y los siete
enanitos.
Cruzamos a la Argentina y decidimos hacer noche
y cenar como corresponde. El hotel Alejandro 1° es el hotel principal de Paso
de los Libres, Corrientes Argentina. Un hotel que tuvo mejor vida en los años 60, pero…. La cocina la mantiene. Alejandro,
que no es el dueño del hotel, sino que es un mozo de La Rioja, nos recomendó
que comer, nos contó sobre su gusto por la comida y cocinar, y nos regaló su
postre, elaborado en el hotel, pero con su receta, de manzanas sin corazón
cocidas en su propio almíbar, con un toque de canela y clavo de olor.
Fantástica la cena, pero la atención de Alejandro fue lo mejor, que también me
obsequió su receta de empanadas riojanas.
Dicen que en Corrientes hace calor, pero
comprobamos que no. Nos levantamos temprano para emprender viaje a Misiones y
nos moríamos de frío, calefacción y mate bien calentito. Pasamos de Corrientes
a Misiones pasando por Posadas, toda ruta limpia y sin curvas ni locas pasiones
hasta que entramos en Misiones, donde empieza la querida tierra roja, las
curvas, subidas y bajadas. Se imaginan en una montaña rusa a 140 kM/p? bueno,
esa fue mi experiencia, Santi al volante, suave, cuando me distraía, subía un
poco, y pretendía que le cebará mate, pero quejándose que se “apunaba” en las
subidas. Creo que voy a tener que empezar a manejar a mis módicos 60 kms/h si
quiero llegar a los 50 años. La tierra roja nos acompaña en las subidas y
bajadas, curvas entre la selva y los pinos, linda tierra roja!. Llegamos a la
Reducción Jesuítica de San Ignacio Miní y
pahhhhh!. Todo es bello, la naturaleza salvaje de la selva, las piedras
rojas, los restos de la edificación y la tierra roja, al igual que la cantidad
de naranjos que hay en todos lados. Pero llovía, hacía frio. Con calor es más
lindo, dicen que la media de temperatura de 20°c, y el promedio de lluvia es de
1700mm. A nosotros nos tocó una media al mediodía de 5°, y todos esos mm en las
5 horas que estuvimos en la reducción…… La maldición de las Garcaratas, no
quiero ni mirar la aplicación del celular, porque por la lluvia podríamos estar
en bajo agua y por el clima, en la Antártida.
Seguimos en la carretera, hasta llegar a la
bifurcación: “Cataratas a la derecha, Puerto Iguazú a la izquierda”. Y yo
copiloto, digo, a la derecha; mi guía de turismo, alías el Santi, me dice
“gordi, el hotel de las cataratas ni ahí, no dan los ahorros, están ahí con
vista directa, no jodas”. Y tiramos para la izquierda, para que en la entrada
de la ciudad, nos recibe una cruz gigante, la oficina de turismo y un rayo que
caía tras el Cristo, tal cual fuera el Apocalipsis. ¡Bienvenidos a las
Garcaratas!.
Y el hotel, (como el clima) no era tal, era un “hostel”
5 cucarachas. Volvimos a tener cara de traste, el fastidio y la impotencia, el
clásico síndrome de las Garcaratas. Y ahí caímos! No habíamos hecho reserva,
podíamos ir a donde quisiéramos, excepto al hotel en medio de las cataratas,
porque no da el presupuesto. Y encontramos el Apart Hotel Yretá, a buen precio,
lindo, muy bonito, limpio (hasta que llegamos nosotros, cubiertos de tierra
roja), con piscina, baño con bañera, cuarto para los grandes, y otro para los
chicos, si te animas a ir con ellos. Pero la lluvia sigue, mi carita es más que
explicita, por eso a mi guía de turismo, se le ocurre que lo que más le gusta a
las mujeres son las compras, y a donde me lleva? AL FREE SHOP!. Perfumes no
compro, porque el día de la secretaria se acerca, y tengo varios, los
chocolates me pueden hasta que encuentro a Chuck, el AngryBird amarillo, y
listo, lo compramos y lo bautizamos (con la lluvia que caía fuera de la tienda)
como Che-CuiCui. Mi carita cambió, hasta
le otorgué mi bandana roja. Pero también compramos artículos de primera
necesidad como lentes de sol no polarizados (los polarizados son incompatibles
con las pantallas actuales de los celulares y tablets), y juancitos caminantes,
en todos sus colores, porque no somos discriminadores.
Han pasado dos noches desde que salimos de
casa, la ilusión de las vacaciones es que mañana, cuando amanezca, no llueva.
Las Garcaratas hacen los suyo y amanece lloviendo, con un gallo a grito pelado
a las 4:30 AM; luego de taparnos con almohadas y acolchados, nuestro vecino,
decidió darnos una serenata en Ronquido Mayor sostenido. Conclusión nos
levantamos a desayunar, ¿qué otra cosa queda por hacer?, comer alfajores y
pasta frola casera, y desayunar como bestia. Como sigue lloviendo, y Che-CuiCui
vino de China, no de Paraguay, el Santi decide llevarme a Ciudad del Este, en
Paraguay, para seguir haciendo shopping, y sacarme la mufa, cosa que consigue.
Pero el mufado es él, porque los 45 minutos para cruzar el puente de Brasil a
Paraguay y la vuelta de las 3 horas, valieron los sándwiches que había
preparado la noche anterior, y las gangas baratas que conseguimos en el
Paraguay. En la espera escuchamos en la radio local que los yaguaretés andaban
sueltos por los campos de la Triple Frontera.. Para que!. Vale decir que dicha
ciudad es Puerto Libre, entonces todo lo importado es barato, al igual que las
imitaciones de Fendi, Cacharel, Louis Vuitton, etc. y hay que tener ojo crítico
para que no te pasen por tonta, cosa difícil cuando una anda con cara larga.
Debe ser por eso que a Santi le ofrecieron droga, para ver si me podía hacer
feliz, pero cuidado, no era Viagra!
Salimos del caos hermoso que es Ciudad del Este
(voy a volver, pero con más dinero y mejor humor) y en la aduana nos
confiscaron la maldición de las “Garcaratas”, y el sol decidió salir y calentar
un poco. A lo nuestro: las cataratas del lado brasilero, al fin las cataratas! Vale
decir que los brasileros hacen todo a lo grande, la infraestructura de la
entrada al parque nacional, es al mejor estilo: enorme, elegante, ampuloso,
magnífico; pero todo esto es para contrarrestar la naturaleza que la
geopolítica no les dio. Ya les contaré lo que son las cataratas argentinas.
Yo andaba buscando yaguaretés y cataratas, y
vemos las caídas de aguas de las denominadas cataratas, y es impresionante, ver
el agua caer por acantilados a más de 60 metros de altura, pero del lado
argentino…. toda el agua que cae es argentina, pasaran por migraciones o no,
pero los peñascos están del lado argentino. Ir a las cataratas es como ver una
final del mundial de fútbol, hinchás por los brasileros, pero ganan por lejos
los argentinos, y no solo por Messi, por el equipo entero. (Messi = Garganta del Diablo, Las Dos
Hermanas = Hnos. Barros Squelotto, sin
ofender por el género, sino por la exactitud manifestada). Pero los yaguaretés no aparecen. Luego de tres horas de recorrido, después de
escuchar los alaridos de un grupo de mexicanos que estaban extasiados, vaya a
saber porque, si las cataratas, el alcohol u otras sustancias; luego de pedirle
a una polaca y unos españoles que nos sacaran una foto; luego de hablar
francés, cuando ninguno de nosotros dos lo sabemos hablar, pero lo entendemos
clarito, decidimos volver a la vida real, volver a la Argentina, Puerto Iguazú
(por cierto, no vi el puerto).
Amanece nuevamente, ¿y saben qué? No llueve, el
gallo no cacarea, lo que transformaron el “Las Cataratas” en el paraíso. Pero
los alfajores y la pasta frola siguen intactas durante el desayuno….. Dios es
argentino y la Santísima Trinidad es Messi, Higuaín y el Kun Agüero, y el Papa
Francisco es el DT.
Y esa Santísima Trinidad nos acompaña a una
recorrida por su territorio, el Edén, al parque nacional de cataratas…… y ahí
si, cree en lo que ves, porque no vas a ver maravilla igual. El sol brilla, el
sol calienta, no sé dónde puse el celular para ver el clima, simplemente no
siento frío y el rocío de las cataratas
me moja, ¡el mejor baño de mi vida!
Ah, y por si no lo comenté, acá también hay
tierra roja!!!!. Otra experiencia única es la posibilidad de andar en tren,
“chucu chucu trencito”, perderse y volver al comienzo, desandar el camino,
sacarle mil fotos a las urracas azules, bancarse a una familia de obesos, que
lo único que sabía hacer era gritar y sobrealimentar a sus críos y de los
coatíes. Pero la caminata es refrescante, ir en medio de la selva, empapados por
el rocío de las cataratas y porque no, de la transpiración también.
Somos invadidos por una mafia de coaties que lo
único que quieren es robarnos nuestras pertenencias, sobre todo si son
comestibles, hasta que nuestra compañera de turno, una joven francesa, decide
amenazarlos con un tenedor y se acabó el problema. Vamos a la parte inferior,
luego al recorrido superior y nos tomamos el trencito que va a la Garganta del
Diablo. Creo que el trencito fue de AFE porque no va a más de 5KM/p, pero todo
bien, porque vamos viendo si no aparece un yaguareté. Conocimos a una pareja
adorable, Joel, de Manchester y Fabiane de Sao Paulo. Practicamos nuestro nuevo
idioma “portuenglisñol”. Vemos a un Martín Pescador en medio de su labor, y
hasta pudimos capturar el momento con nuestra humilde cámara de fotos (si a un
ladrón se le ocurre cerrar las cataratas y capturar todas las cámaras de fotos,
se llena de plata al mejor estilo Slim, y a nosotros nos regalaría una de
moda!).
Y llegamos a Messi, perdón, la Garganta del
Diablo, y creo que solo puedo ver mejor espectáculo cuando vaya al Salto del
Ángel. Son increíbles, te regalan arcoíris surtidos y al por mayor, y la
cantidad de agua mete miedo y te deja atónita, créanme que vale la pena perder
unos días para conocer esto.
Volvemos a la vida real, volvemos a Puerto
Iguazú, luego de casi ocho horas de recorrido. Cansados pero felices y ¿saben
qué? No llueve y hasta hace calorcito. Luego de un breve descanso, notamos que
nuestros estómagos claman por comida, tal yaguareté hambriento. Recorremos la
ciudad y dos uruguayos terminan comiendo
en un restaurant de comida mexicana, atendido por argentinos que nunca
visitaron México, con decoración acorde a la cultura pop mexicana (Pedro Infante,
Dr. Chapatin y el Chavo del 8), con la música ambiental de folclore argentino,
y los mexicanos simpaticones (esos que gritaban en las cataratas, si esos
chingones) a los gritos en la mesa de afuera, divirtiéndose a costa de coca
cola light (había veda por las elecciones internas) y descubrimos dos cosas:
los mexicanos se divierten porque si, y que vivimos en un mundo demasiado
globalizado, pero está bueno en estos términos. Y la comida no era mala, pero
tampoco elaborada, puros antojitos simples.
Al otro día se termina nuestro viaje, debemos
emprender nuestro regreso a Montevideo,
los mensajes de texto de Gaby son cada vez más angustiantes “donde está el
detergente de ropa?”, “la heladera se está vaciando, no sé qué le pasa!!!!”, “se me acabaron los imanes con los teléfonos
de deliveries” ,“TENGO HAMBRE”, y así, en un creciente desespero por la
ausencia de COMIDA, no de sus padres que tanto la quieren y que son adorables.
Así que nos vamos a dormir para descansar y
saber que mañana nos despedimos de la cataratas, y de los ricos alfajorcitos y pasta frola de la doña del Yretá. Planeamos
guardarnos algunos en los bolsillos de los joggins, pero queda feo. Y volvemos
a la ruta. Yo buscando yaguaretés, descubro que esos arbustos que veíamos
plantados en los campos de la ruta, no son nada más ni nada menos que “yerba
mate”. Salimos de Misiones, y volvemos a la querida Corrientes, para notar que
esa provincia tiene una gran cantidad de Santos Patronos, uno de ellos es San
La Muerte. Cuando le cuento la historia a Santi, me pregunta si quiero entrar,
y le contesto “ni loca, ahora van todos los narcos ahí a pedir bendición”. A
tres kilómetros del santuario, la gendarmería argentina corta la ruta, para
obligarnos a ir más despacio y examinar nuestras caritas a paso hombre, “sigan
nomás” y seguimos, para ver que a nuestra derecha tenían tres camionetas
incautadas, con varios paquetes de droga apilados en la banquina, y muchos
detenidos custodiados a punta de armas largas. San La Muerte nos bendijo esta
vez, agradecemos nuestra suerte y seguimos de largo para averiguar la historia
del Gauchito Gil. Vale decir que las carreteras argentinas son completamente
diferentes a las uruguayas, no hay pueblos en medio de la nada, no hay donde
parar a comer algo rico, solo estaciones de servicio donde paran los camioneros
y se animan a un sándwich de chorizo en el carrito del fueguito que un
comerciante hace a 500 metros de la estación de combustible. Y ahí, en una
estación, descubrimos la historia del Gauchito Gil, que ellos (los argentinos)
llaman Santo y no era otra cosa que un Robin Hood con bombacha de campo y
boleadoras.
Tras un largo recorrido, sin haber visto a un
solo yaguareté, repasamos Brasil y volvemos a nuestro querido paisito. Decidimos hacer noche en Salto, pero
descartamos las termas porque quedan lejos del restaurant “La Trattoria”, donde
sus canelones y lasagnas siguen cautivando a nuestros hambrientos estómagos y
seguimos recomendando sin ningún tipo de postre extra. A la mañana siguiente
nos espera el “bagashopping” y la compra de cremas anti edad de un hotel
reconocido de la zona (son buenas las cremas, pero no merece hacer comercial,
porque los canelones de “La Trattoria” son el mejor rejuvenecedor del alma) y
comprar el bidón de 5 litros de jugo de
naranja y mandarina salteña, 100% natural.
La maldición de las Garcaratas llego a su fin
en el momento que salimos de Puerto Iguazú. El cielo se despejó, el calor
calentó la tierra, nuestros ánimos y alentó nuestra ira. Pero, ¿saben qué?
Fueron unas excelentes vacaciones.
Se terminaron las vacaciones, llegamos a casa.
Pero este viaje nos ha dejado varias enseñanzas, a saber:
- Nunca le crean a esa aplicación del celular, o página web que anuncia el clima.
- Emprendan las vacaciones cuando quieran, sin rumbo fijo, como hacemos nosotros. Son más divertidas, y hasta económicas.
- Nuestra amiga Martha no es la única que hace una excelente Pasta Frola, vamos a tener que hacer “un balón de pasta frola” donde compiten Martha y la doña del Yretá.
- Nunca viajen a Misiones y Corrientes sin una tijera de podar. Si hubiéramos cortado algunas plantitas de “yerba mate”, al precio que se vende en el Uruguay, habríamos desquitado el viaje, las compras en Ciudad del Este, ahorrado para unas futuras vacaciones y para el PhD de Gaby.
- Agradecer a todos los santos de la selección argentina de fútbol por el rocío constante de las cataratas, lo que impidió que el Santi encarnara conmigo para ser el primero en ejercer la pesca en las Cataratas de Iguazu.
- Parar en el Parador “El Rancho” (Young) no es la opción, ya que está embrujado, porque aunque no me guste su comida, los platos se apilan a mi lado de una manera irracional. Aunque Santi lo explica por un “leve ataque de hambre”.
- Lean y estudien sobre el lugar a donde irán, encontrarán cosas interesantes, como no visitar el Santuario de San La Muerte.
- Si tienen hijos adolescentes no los lleven en sus vacaciones, así podrán estar el uno con el otro y redescubrir porque se enamoraron entre Uds. Pero estén prevenidos de dejar 100 toneladas de comida pronta para descongelar, si no quieren estar recibiendo mensajes de texto, o lo mejor de todo, pero a nosotros no nos dan, es la de apagar el celular.
El tema que queda fuera de estas vacaciones, es
la casa de Don Horacio Quiroga. Eso es un tema aparte, porque una ignota
aprendiz autodidacta de la prosa no puede meterse con él, pero soy tan vasca y
testaruda (¿no son sinónimos?) que le voy a dedicar un escrito aparte. (Luego
de visitar a mi psiquiatra, leer algo más del escritor y tomar mi pastilla para
ser feliz).
Muy bueno... !!!!! La verdad que unas vacaciones accidentadas pero divertidas.
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