Anduve visitando la capital del país más
norteño del subcontinente sudamericano, la capital de Colombia, la “peligrosa”
Bogotá. Me pareció una linda ciudad,
moderna, pero clásica, conservando las construcciones coloniales, pero
actualizada, con edificios increíbles (me
dijeron que era tan peligrosa, que no me animé a sacar fotos desde los
taxis a los edificios “wow”), sin gente durmiendo en las calles, ni mendigando.
Una ciudad limpia y verde. En algunos momentos recuerdan ciudades de Estados Unidos
de Norte América, y en otros a México. Pero lo más lindo que tiene Bogotá, son
los bogotanos. Son raros, pero son buena gente, gentiles, simpáticos,
agradables, feitos los hombres, y las mujeres muy lindas, aunque luego de
sacarles todos los “retoques” (busto,
cola, fajas, tacones, “by pass” gástricos, etc.) y las capas de maquillaje, no
se como quedarán. Gente bonita de alma, orgullosos de su país y de su ciudad,
ufanos de cómo han cambiado en los últimos 20 años.
Una de las cosas que más me llamó la atención,
es que en Colombia el norte es el rico y el sur es el pobre, con la excepción
de Medellín, así que andan al revés para nuestros criterios. Todos se hablan de
Ud. aunque eso no quita que se digan “Ud. es un maricón”, “Ud. es unhijoeputa”,
pero el respeto de hablarte de Ud. no lo pierden. Como les decía antes, son
raros, las mujeres hiper producidas, los hombres no tanto, y bajos, pero claro,
siempre existen excepciones. Para informarle al mozo del restaurant que
terminaron de comer, colocan el vaso sobre el plato, toman jugo de frutas
espesos a toda hora, y desayunan caldo de costilla, acompañado de huevos,
frijoles, arroz, frutas tropicales, cereales, lácteos y obviamente un buen
“tinto” , que no es nada más ni nada menos que un buen café colombiano.
El café es
fundamental en sus vidas, y lo saben
vender muy bien. En “La Candelaria”, barrio histórico de Bogotá, andan los
carritos de madera, a tracción sangre (humana), y a gritado a lo loco “el
tinto, a su tinto”, café recién molido (lo muelen en el carrito) y te lo
entregan recién hecho. Estos carritos son acechados por los turistas de todo el
mundo para sacarse fotos y tomar un buen café.
Eso si,
carritos de los que nosotros conocemos, NO HAY.
Otra cosa
importante es la comida: ellos no comen para vivir, viven para comer. En todas
las esquinas existen puestos de frutas, de fritos, verdulerías y carnicerías.
Cadenas de comida “criolla” en todas las cuadras, compitiendo lealmente con
Burger King, Mc’Donalds, y Dunkin Donuts, estos últimos comercios sin público,
y las cadenas nacionales colmadas de gente.
Probé la
chicha, y no quiero más limonada. También tomé “aguadepanela” (si, todo junto,
con pan de Almojanas) y Changua, un desayuno de sopa de leche, con cebolla,
cilantro, pan duro, huevo cocinado y
queso, “snacks” llamados achiras, y cotudos y algo que sonaba a alfandoques
(excepto las achiras, todo sumamente dulce, por no decir empalagosos). Para la
próxima les cuento sobre Monserrate, la Catedral de Sal, la oferta de
esmeraldas y oro, el Museo del Oro, de la Policía (con la historia de cómo
capturaron a Pablo Escobar), el Museo de Fernando Botero, de la Moneda, del
Florero, el homenaje constante a Gabriel García Márquez, el regateo constante y
la venta de minutos de celular.
Pero vale
destacar que no fue a mí parecer ninguna ciudad peligrosa. Es más, caminás con
más seguridad que en el centro de Montevideo. Aceptan, admiten y glorifican a
los valientes turistas. Han rescatado una ciudad insegura en un lugar apto para
visitar, sin descuidarse, como en cualquier otra parte del mundo, pero lleno de
gente maravillosa, los bogotanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario