Dicen que en invierno todo se detiene, el crecimiento de las plantas, las moscas se aletargan y hasta se dejan cazar. Las cucarachas deciden abandonar las cocinas hasta la próxima estación estival.
Cuando yo era chica, los inviernos eran de verdad, con sopa al mediodía, chocolate caliente de noche, los mosquitos desaparecían en mayo y no volvían hasta noviembre. En mis inviernos
infantiles no había raza de mosquitos, solo había mosquitos. Ahora tenemos todo tipo de especie, por ejemplo “Andrés el Egipcio”, y hasta los que soportan el frío.
Esta trasmutación genética ha hecho que los mosquitos insistan en molestar, paraditos en la pared, desafiantes, parece que te miran como diciendo “vos te pensaste que te iba a abandonar? Pues no, estoy aquí para chuparte hasta la última gota de sangre”. Y es ahí cuando preferirías tener osos que mosquitos.
Los mosquitos no tienen letargo, ellos son inmunes, no hibernan. En un cuarto frío no deberían existir estos insectos, pero ellos, estoicos, ahí están, cortando el ensueño de tu hibernación.
Ellos se encargan de hacerte la vida difícil, sin importar la época de año.
Obvio que hay cosas peores, pero un zumbido de mosquito, con 4°C, mientras sueñas con un verano fantástico, es imperdonable.
Pero mis plantas demuestran el letargo invernal, rodeadas de mosquitos queriéndolas avivar.
querida herrante, en mi epoca de estudiante de Ingles (hace siglos) teníamos un libro de lectura llamado MOSQUITO TOWN. Muy bueno!!!! Si no lo conoces, supongo que estará en internet. Tu crónica me hizo recordar el querido Mosquito Town. Besos de PASTA FROLA N° 1
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