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2 de julio de 2014

Un paseo imposible

La principal avenida de Montevideo es 18 de Julio, en honor a nuestra primera constitución. Otrora esta avenida solía ser un paseo familiar, llena de tiendas por departamentos y confiterías.
Hoy, debido a los grandes centros comerciales y la centralización por barrios, 18 de Julio se ha convertido en un paseo de cruceristas, turistas desorientados y aburridos oficinistas.

Caminar por 18 de Julio, de la Plaza Independencia hasta la Intendencia, puede transformarse en una experiencia inolvidable. Si alguno de los lectores quiere incursionar en esta odisea, mi consejo es que se armen de un paraguas, especialmente de los grandes, mucha paciencia, tapones para los oídos y una sonrisa socarrona, tirando a sarcástica.

El paraguas será necesario, porque el microclima de 18 de Julio es húmedo y lluvioso, sin importar la estación del año. Llueve en todas las cuadras, y cesa al cruzar la calle transversal. Este fenómeno climatológico se debe a la cantidad de aires acondicionados, que expelen su condensación libremente en la vía pública, sin pasar por una manguera para llenar un depósito de agua, las veredas y sorprendidos peatones son sus blancos.

Hay locales comerciales que si no vas con paraguas, no puedes entrar. El tamaño del paraguas también será importante al tratar de abrirse paso entre vendedores ambulantes, los kiosqueros, y compradores ansiosos de figuritas del álbum del mundial. Cabe destacar que en nuestra principal avenida hay un garrapiñero en casa esquina, dos kioscos de revistas por cuadra y entre 5 a 7 puestos de vendedores ambulantes de mercadería de dudosa marca y procedencia. Esto en solo 100 metros y contando que la avenida tiene la vereda norte y sur. El paraguas cerrado es fiel compañero de la paciencia; sin ambos elementos, no podrás defenderte ni llegar a la esquina.

Los tapones para los oídos deben colocarse metros antes de llegar a 18 de Julio, ya que a todo su largo hay una parada en cada cuadra, y los ómnibus a gasoil frenan y aceleran en cada esquina, debido a su parada obligatoria o a la ausencia total de sincronización de los semáforos en sus 3 kilómetros aproximados de largo.


Por último, pero no menos importante, es la de portar una sonrisa socarrona, como de “disfrute”, para que el peatón, mojado, haciendo “slalom” entre vendedores y compradores ambulantes y repartidores de folletos, al cruzarse contigo, se pregunten en voz baja, “acaso esta persona disfruta caminar por 18 o simplemente está loca?”






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