La principal avenida de Montevideo es 18 de
Julio, en honor a nuestra primera constitución. Otrora esta avenida solía ser
un paseo familiar, llena de tiendas por departamentos y confiterías.
Caminar por 18 de Julio, de la Plaza
Independencia hasta la Intendencia, puede transformarse en una experiencia
inolvidable. Si alguno de los lectores quiere incursionar en esta odisea, mi
consejo es que se armen de un paraguas, especialmente de los grandes, mucha
paciencia, tapones para los oídos y una sonrisa socarrona, tirando a sarcástica.
El paraguas será necesario, porque el
microclima de 18 de Julio es húmedo y lluvioso, sin importar la estación del
año. Llueve en todas las cuadras, y cesa al cruzar la calle transversal. Este
fenómeno climatológico se debe a la cantidad de aires acondicionados, que
expelen su condensación libremente en la vía pública, sin pasar por una
manguera para llenar un depósito de agua, las veredas y sorprendidos peatones
son sus blancos.
Hay locales comerciales que si no vas con
paraguas, no puedes entrar. El tamaño del paraguas también será importante al tratar
de abrirse paso entre vendedores ambulantes, los kiosqueros, y compradores ansiosos
de figuritas del álbum del mundial. Cabe destacar que en nuestra principal
avenida hay un garrapiñero en casa esquina, dos kioscos de revistas por cuadra
y entre 5 a 7 puestos de vendedores ambulantes de mercadería de dudosa marca y
procedencia. Esto en solo 100 metros y contando que la avenida tiene la vereda
norte y sur. El paraguas cerrado es fiel compañero de la paciencia; sin ambos
elementos, no podrás defenderte ni llegar a la esquina.
Los tapones para los oídos deben colocarse
metros antes de llegar a 18 de Julio, ya que a todo su largo hay una parada en
cada cuadra, y los ómnibus a gasoil frenan y aceleran en cada esquina, debido a
su parada obligatoria o a la ausencia total de sincronización de los semáforos en
sus 3 kilómetros aproximados de largo.
Por último, pero no menos importante, es la de
portar una sonrisa socarrona, como de “disfrute”, para que el peatón, mojado,
haciendo “slalom” entre vendedores y compradores ambulantes y repartidores de
folletos, al cruzarse contigo, se pregunten en voz baja, “acaso esta persona
disfruta caminar por 18 o simplemente está loca?”
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