Translate

21 de agosto de 2014

La vida pasa, nuestro bus no!

Dado que a muchos amigos les gustó la entrada de  “¿Con que necesidad?”; esto de andar en bus no es algo extraño para mí. Tendré que informarles que si bien hice el liceo en el mismo barrio donde vivía, los cursos paralelos y los trabajos quedaban bastante lejos, por no decir en “el centro”, o lo complejo que es vivir en barrio lejano. Así que tengo varias experiencias “busísticas”.

La mejor es imposible de seleccionar, porque me ha pasado de todo, desde que no me alcance el dinero y algún pasajero gentil se ofrezca a pagarme la diferencia y sin contraprestaciones (en otras ocasiones también preste para otros pasajeros desvalidos económicamente hablando), de desmayarme el día de mi cumpleaños número veintialgo en un 121 antes de llegar al Parque Rodó, llegar tarde al trabajo porque un nene vomitó en el D10 destino Ciudad Vieja, y el guarda conductor decidió parar en la Plaza de la Bandera a limpiar  (trapear y baldear) todo el bus. Hay un ómnibus de la línea 62 que pasa por la parada de mi trabajo a las 14 horas (aproximadamente) que pone jazz & blues, y los pasajeros se quejan. Seguro, si les ponen una cumbianta de aquellas o a Petinatti son felices pero la buena música no les gusta. Me he tomado buses a destinos que desconocía y desconozco, con la intensión de bajarme en alguna parte del trayecto del recorrido y dormirme placidamente, para descubrir barrios y ciudades periféricas que nunca hubiese conocido, ni de nombre, por el simple hecho de dormirme en el bus, y siendo despertada, súbitamente por un guarda! (cosa espantosa que te puede pasar, créanme!).

El bus es el medio de transporte del Montevideano, a diferencia de la gente del interior de la república, que se mueve más en moto o en bicicleta. En Montevideo dependemos del bus o auto particular, el taxi es extraño, por su precio y su arte de esconderse cuando más los necesitamos.

Ir en ómnibus tiene su folklore, porque tenemos a los vendedores ambulantes, a los músicos callejeros u “omnibuseros”, la cumbia del conductor a todo volumen, el guarda golpeando con su anillo el barrote para decir “pasando al fondo que hay lugar”, el tipo del “control” que con una planilla conversa con el conductor durante minutos, porque según su planilla venimos adelantados, ni que fuésemos Alvar Nunez….


Pero mi peor viaje en bus lo hice con El Santi, que desde que su hermana se sacó el auto en una rifa de Ciencias Económicas, nunca más anduvo en bus. Fue un 104 y de ese viaje les hago el relato el fin de semana, porque fue difícil para mi, pero demasiado simple para él. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario