Dado que a muchos amigos les gustó la entrada
de “¿Con que necesidad?”; esto de andar
en bus no es algo extraño para mí. Tendré que informarles que si bien hice el
liceo en el mismo barrio donde vivía, los cursos paralelos y los trabajos
quedaban bastante lejos, por no decir en “el centro”, o lo complejo que es
vivir en barrio lejano. Así que tengo varias experiencias “busísticas”.
El bus es el medio de transporte del
Montevideano, a diferencia de la gente del interior de la república, que se
mueve más en moto o en bicicleta. En Montevideo dependemos del bus o auto
particular, el taxi es extraño, por su precio y su arte de esconderse cuando
más los necesitamos.
Ir en ómnibus tiene su folklore, porque tenemos
a los vendedores ambulantes, a los músicos callejeros u “omnibuseros”, la
cumbia del conductor a todo volumen, el guarda golpeando con su anillo el
barrote para decir “pasando al fondo que hay lugar”, el tipo del “control” que
con una planilla conversa con el conductor durante minutos, porque según su
planilla venimos adelantados, ni que fuésemos Alvar Nunez….
Pero mi peor viaje en bus lo hice con El Santi,
que desde que su hermana se sacó el auto en una rifa de Ciencias Económicas,
nunca más anduvo en bus. Fue un 104 y de ese viaje les hago el relato el fin de
semana, porque fue difícil para mi, pero demasiado simple para él.
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