Volviendo al pasado

Hace ya varios días que voy por la vida sin teléfono celular, y ha descubierto lo que es la libertad!.

Yo solía tener dos teléfonos celulares, uno personal, que solo lo tenían su número los amigos, y otro laboral. El personal dejé de usarlo, porque si, porque el laboral era más bonito y funcional. Pero un día este último dejó de vivir, lo llevamos a CTI, le hicimos un trasplante de batería, pero nada, simplemente murió.  Todavía no ha tenido el funeral propio de este tipo de aparatos, es decir, todavía no ha terminado dentro de un cajón, sin batería, compartiendo la oscuridad con otros celulares, mp3 y aparatejos  que decidieron morir, o que pasamos al exilio forzoso por anticuados.

Llevo casi un mes sin celular, y he notado que ahora veo los edificios del centro, no solo les saco fotos. Mi vida corre menos peligro al cruzar la calle prestando atención al tránsito, no al mensaje de cualquier tipo de mensajería que asechaban constantemente a mi teléfono. Ya no juego al “Candy Crush”  en el ómnibus, ahora leo o hago palabras cruzadas. Descubrí que no tengo cargar nada, solo lo puesto.

Admito que al principio cuesta trabajo, una se siente incomunicada, fuera del mundo real. Todos te miran extrañados que no tengas un anexo a tu mano, ni que vengas hablando solo con un cable.  Los primeros días tenía el síndrome del miembro perdido, sentía que me vibraba el bolsillo o la cartera, pero no había nada ahí. Pero lo que más molestó fue la incomunicación, como aviso que llego tarde?, como aviso que ya salí?.... hasta que noté que no era necesario estar avisando! Que soy dueña de mi vida, y que si en caso de emergencia necesito llamar a alguien, todavía existe una línea de teléfono fija en mi casa, en mi trabajo, y hasta en los bares.  Voy por la vida sin escuchar un tono y revisar la cartera como energúmena, mirando hacia delante, no hacia una pantalla táctil, voy por la vida sin apuro y sin GPS.

El Santi insiste en que use al menos el Nokia 1100 que yace en la fosa común de cachivaches. Pero ni su carita de cordero, ni sus excesos de cuidado van a poder hacer que cambie de opinión.

Si mis jefes deciden que siga incomunicada, yo quedaré agradecida, de lo contrario, disfrutaré lo máximo posible mi libertad condicional.