Mi vida
gira en torno a las conversaciones que mantengo, sean estas electrónicas o cara
a cara. Y una amiga recordaba nuestros años de adolescencia…. Que tiempos
aquellos.
Ahora somos
madres y padres, y pensamos igual que otrora nuestros padres. Esta juventud
esta perdida, y está más extraviada que nosotros, porque nosotros llegamos a
ser adultos, pero ellos todavía están en su juventud. Ellos ya no toman sol, no
tienen grandes conversaciones en un jardín al sol o en una ventana “husmeando”
en la vida del vecino que nos tenía muertas de amor imposible a varias amigas a
la vez.
Nos
quejamos que andan todo el día “conectados”, como lo estábamos nosotros al
teléfono, no consiguen trabajo, como nos pasó a nosotros. No ayudan en casa,
como nosotros no respetábamos los “patines” de la abuela. Que comen porquerías,
porque seguro que nosotros no nos atragantábamos a alfajores.
Es decir,
nos volvimos en esos adultos que no queríamos ser, y a su vez en un monstruo
peor, porque nuestros padres eran adultos, nosotros somos adultos que queremos
ser jóvenes eternos, sin la madurez suficiente para encarar a un joven que la
tiene más clara que nosotros.
Que lindas
épocas aquellas, esas que tantas tormentas de la nostalgia se han llevado,
dejando en nosotros a un adolescente en cuerpo de adulto joven, con mentalidad
de niños criando al futuro de nuestro mundo.
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