El Santi arregla todo, desde el turbo del motor
de nuestro auto, hasta la podadora de pasto. No deja que entre un técnico a
casa, porque “para algo estoy yo”. Ha hecho dos consolas de
juego de una sola, y ha luchado con muchos desarreglos, pero al final, siempre
arregla las cosas. Tanto las materiales como las del alma. Porque es ese tipo
de gente cándida, negociadora, tolerante, hasta que le colmas las casillas, y
para eso “estoy yo” (ese yo soy yo, no El Santi).
Ha arreglado la licuadora, el horno, el auto,
la bicicleta (cuando aún la teníamos) y ha mejorado mi depiladora, hasta mi
padre lo tiene de “hijo”, no de
yerno, para que le arregle todo lo que tiene roto. Ha levantado muros,
destruido barreras, y hasta de sanitario hace cuando se requiere. No es un
idóneo en albañilería, pero está aprendiendo.
Mis compañeros de trabajo se ofrecen a preparar
una rica merienda con tal que El Santi vaya a repararles un desperfecto
mecánico o tecnológico en sus domicilios. Con lo único que no ha podido, pero
porque no ha querido, es con mi celular (por suerte..!!).
Pero El Santi no puede con todo, pobrecito. Mi
espejo sigue descompuesto, se está arrugando día a día. Las cremas que juran el
rejuvenecimiento de diez años en dos días vienen falladas, no funcionan. Y El
Santi no les encuentra la vuelta…. Me parece que es hora de sacar la plancha y
volver al jabón, común y corriente que ya no es fácil de encontrar, y dejarme
de perder el tiempo y el dinero en esas maravillas (las cremas, no el espejo).
Leyendo esto me agrandé como alpargata de bichicome!!! Gracias amor!!!
ResponderEliminarla vida es sabia...te da arrugas, te acorta la vista. Y de esa manera vivimos mejor. Menos espejo, mejor sonrisa.
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