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28 de junio de 2014

Corazón dividido

La gente no entiende porque puedo morir por dos países, no entienden el patriotismo que tengo por el Uruguay,  cuando acá lo que te mueve es el fútbol y no la nación, tampoco comprenden como me pongo de pie ante cualquiera de ambos himnos, y que los mezcle y los “mexicanos al grito de guerra, tiranos temblad” hagan que se me ponga la piel de gallina y se llenen mis ojos de lágrimas.

Me sé de memoria cada una de las fechas patrias de ambos países, esos detalles históricos que historiadores e histéricas conocen. Pero como dije hace tiempo, copiando la que cantaba Leonardo Fabio “no soy de aquí ni soy de allá”. Tengo hogar y porvenir y no se cantar, pero soy de las dos patrias, la que me vio nacer, y luego de los 15 años honrar y amar, pero también soy de México, con X, no me jodan más con la J. La primera tierra que comí fue la mexicana, aunque nunca lo fui del todo, porque un terremoto ocultó mi trámite de ciudadanía, y luego volví, pero como turista.  
Tan turista, que me siento en casa, que adoro el smog y los trancazos, que  la “güerita” se sube al metro y sabe moverse. Soy esa persona que tiene por herencia un pasaporte europeo que no siente, que no disfruta, que soy más latinoamericana (mi amiga Marianela se va a enojar, porque nos enseñaron en la escuela mexicana que México está en Norteamérica) que europea.
En ambos lugares soy europea, con ojitos claros (para América, no para Europa), piel blanca en invierno y roja en verano, soy la que hace una mezcla de canelones con enchiladas, que los frijoles refritos son más usuales que los asados.

Prefiero el tequila a la caña, el mate al pozole,  las enchiladas a los canelones, el asado a la barbacoa, va, no sé a quién quiero más, si a papá o a mamá….

1 comentario:

  1. Ay amiga querida, como te entiendo. Eso nos pasa cuando vamos creciendo en distintos lugares y tirando nuestras raices para que allí crezcan

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