Los uruguayos somos dejados, hacemos todo a
último momento. Si lo sabré con mi familia, especialmente El …. ya saben quien.
Es por eso que se arman colas para sacar el documento que permite votar, para
renovar la cédula de identidad, para sacar las entradas al estadio. Somos
haraganes, atorrantes.
Mañana nos jugamos otra final, esta vez con Italia. La Azzurra y la Celeste. No voy a
recordar que el celeste es el azul diluido, mezcladito, como dejado, sin
intensidad, porque en este caso no es así. La Celeste tiene garra, tiene ganas,
tiene sueños. Somos tres millones que mañana pararemos al país. Dejará de girar
el mundo por 105 minutos más alargue, esperemos que sea corto el tiempo extra,
porque el mundo tendrá que volver a girar.
Si La Celeste gana, si Suárez y Cavani meten
pata, si Muslera le susurra canciones de amor a los arcos y se calza bien los
guantes, el mundo volverá a girar. Retomaremos la vida cotidiana, pero con una
sonrisa imborrable. Si Buffon nos bloquea el poder acariciar la red, si
Balotelli anda clarito, si Pirlo se pone bastante antitraspirante, el mundo
seguirá girando, pero le va costar arrancar, y más despacio, a la uruguaya.
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